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¿Por qué Enseñar en el Nivel Adecuado (ENAd)? Rezago y pérdida de aprendizajes 

¿Por qué Enseñar en el Nivel Adecuado (ENAd)? Rezago y pérdida de aprendizajes 

Las mediciones de MIA en la Península de Yucatán en el año 2019, muestran que el 72% de los niños y niñas de 3o de primaria y el 46% de 5º de primaria no logran comprender una historia corta y simple; y el 67% de 3º y el 37% de 5º grado no pueden responder correctamente restas de dos dígitos (Vergara-Lope, Hevia & Muñoz, 2022).

En México, el desempeño en PISA de los últimos 18 años se ha mantenido relativamente estable y por debajo del promedio de la OCDE. En la última aplicación sólo el 55% de los y las estudiantes alcanzaron al menos el Nivel 2 (nivel mínimo de competencia) en lectura, y el 56% no lograron pasar del Nivel 1 en matemáticas (OCDE, 2019).

Diferentes evaluaciones de logro educativo en la región de América Latina a lo largo de los últimos años, han mostrado reiteradamente bajos resultados en los aprendizajes de lectura y matemáticas. En la prueba PISA 2018 participaron 10 países de la región y los resultados confirman la crisis de aprendizajes que vive América Latina (Di Gropello, Vargas & Yanez, 2019).

Previo a la pandemia, LLECE-UNESCO a través de ERCE identificó que en lectura el 44.3% de los estudiantes de 3º grado de la región no lograba superar el Nivel I, y sólo el 31.2% de 6º grado se ubicó en los Niveles III y IV. Asimismo, en matemáticas, 47.7% de los estudiantes de 3º grado se ubicó en Nivel I en lectura y sólo el 17.4% se ubicó en los Niveles III y IV (LLECE-UNESCO, 2021). 

El Banco Mundial en 2019, se refirió al concepto de “pobreza de aprendizajes” (learning poverty) para nombrar al rezago de aprendizajes específico en lectura básica en niños y niñas de 10 años, y la definieron como el porcentaje de niños de 10 años que no son capaces de leer una oración simple (World Bank, 2019a). En México, a nivel nacional, la pobreza de aprendizajes es de 43.2% (World Bank, 2019b). 

El Proyecto Medición Independiente de Aprendizajes MIA, por su parte, ha dado cuenta del rezago de aprendizajes básicos en México, entendido éste como la situación que se presenta cuando los niños, niñas y adolescentes, aun asistiendo a la escuela, no cuentan con los aprendizajes básicos fundamentales que se esperaría que hubieran adquirido al inicio de la educación básica, y que los coloca en situaciones de riesgo de reprobación, descerción, rezago educativo y exclusión social. A corto y mediano plazo, esto se traduce en dificultades tanto para seguir aprendiendo y tener éxito en niveles educativos subsiguientes, como para desempeñarse satisfactoriamente a nivel personal, profesional y social (Vergara-Lope & Hevia, 2018).

Producto de la pandemia por COVID-19, América Latina y el Caribe es una de las regiones del mundo donde las escuelas han estado cerradas durante más semanas (UNICEF, 2022). Justamente, uno de los efectos más nocivos del cierre prolongado de las escuelas tiene que ver con un aumento de niñas, niños y jóvenes que ya no piensan regresar a la escuela. Las tasas de abandono o exclusión se incrementaron en este tiempo de pandemia y de escuelas cerradas. Otro efecto negativo, ha sido el aumento de las afectaciones socio-emocionales en niñas, niños y jóvenes. Por último, y no por ello menos importante, existe cada vez más evidencia sobre los efectos negativos que la pandemia ha representado en términos de aprendizajes básicos. 

Dentro de estos efectos negativos, se habla de “pérdida de aprendizajes”. Este concepto se define como cualquier pérdida específica o general de conocimientos y habilidades o a los retrocesos en el progreso académico, más comúnmente debido a lagunas prolongadas o discontinuidades en la educación de un estudiante(Huong & Na-Jatturas, 2020). De esta forma, la pérdida de aprendizajes implica la combinación del “deterioro” del aprendizaje y el “coste de oportunidad” del aprendizaje perdido (Angrist et al., 2021, p. 2), esto es, la suma de los aprendizajes que se olvidaron con el tiempo (por no haber sido repasados, aplicados o relacionados), más los aprendizajes que se debieron de haber producido si las escuelas no hubieran permanecido cerradas.

Antes de la pandemia por COVID-19, la pérdida de aprendizaje se asociaba a las vacaciones de verano, en las que se observaba un descenso del rendimiento y un aumento de la diferencia de resultados entre alumnos (Kuhfeld, 2019). Con la pandemia, aumentó el interés por medir esta pérdida, buscando estimar la reducción de los aprendizaje, las desigualdades en los niveles de aprendizaje y el abandono (deserción escolar) (Donnelly & Patrinos, 2021).