Evaluación formativa
Una de las cinco prácticas de enseñanza efectivas recomendadas para aumentar el involucramiento de los estudiantes con el aprendizaje es precisamente el uso de la evaluación para mejorar el aprendizaje y guiar la enseñanza. Se trata de una evaluación formativa, más relacionada con lograr un mejor desarrollo, que con marcar o cumplir expectativas estándares externas (Taylor & Parsons, 2011).
Todo proceso de enseñanza y aprendizaje debe contar con tareas evaluativas, y el caso del enfoque constructivista no es la excepción, especialmente porque se le considera una oportunidad para reflexionar sobre el mismo proceso (Díaz Barriga Arceo & Hernández Rojas, 2010). La evaluación con enfoque constructivista debe de considerarse en primer término, como una obligación, especialmente porque de ella emana la información que permitirá al docente detectar cualquier factor que dificulte o favorezca el proceso de aprendizaje en sus alumnos, y a partir de ello hacer mejoras y correcciones en su proceso de enseñanza. Un elemento clave es que la evaluación debe reflexionarse de manera continua y permanente, buscando superar su dimensión de calificación o acreditación, para mejorar el aprendizaje a través de nuevas formas e instrumentos de evaluación (Gómez-Nashiki & Quijada-Lovatón, 2021; Vallejo Ruiz & Molina Saorín, 2014).
Desde el enfoque constructivista, la evaluación educativa tiene elementos que son ineludibles:
- 1) aquello que se ha de evaluar debe estar claramente delimitado, empezando por especificar qué tipo de aprendizaje es el que el o la estudiante debe demostrar;
- 2) los criterios de evaluación deben de provenir de la intención educativa predefinida, generando indicadores acerca de la presencia-ausencia y la calidad del aprendizaje;
- 3) los indicadores de evaluación deben estar sistematizados a través de instrumentos pertinentes para la obtención de la información que se desea;
- 4) con la información emanada de la evaluación se debe poder reconstruir una representación lo más fidedigna posible al desempeño del estudiante;
- 5) el juicio de valor, mayormente cualitativo, deberá surgir de contrastar los criterios de evaluación con el desempeño observado en el alumno para determinar el nivel de logro;
- 6) los niveles de logro deben ser susceptibles de ser comunicados a todos lo miembros de la comunidad escolar;
- 7) el juicio de valor construido en la evaluación puede tener dos intencionalidades, la primera de ellas es inminentemente pedagógica ya que se encamina a mejorar el proceso de enseñanza o el de aprendizaje, la segunda es institucional al estar vinculada con esquemas de calificación, acreditación, promoción y certificación (Cáceres Mesa et al., 2018; Coll et al., 2014; Contreras Oré, 2018; González-Zamar et al., 2020; Ruz Herrera, 2018; Segura Castillo, 2007).

Si bien existen diversas modalidades de evaluación, es la formativa una de las que mejor se adapta al enfoque constructivista ya que se basa en procedimientos susceptibles de reajustarse en el desarrollo del proceso de enseñanza, es decir, la acción pedagógica se adapta a los problemas y progresos de aprendizaje que el docente identifique en sus alumnos, por lo que se considera un medio de regulación en el interior de un sistema de formación (Allal, 1980). Tal regulación se refiere a asegurar que los medios de formación correspondan a las características de los alumnos, por lo que la enseñanza tiene la posibilidad de adaptarse a las diferencias individuales de aprendizaje (Coll et al., 2014). Esta es una de las principales ideas aplicadas en la dinámica de los Campamentos MIA, en apego a la pedagogía propuesta por CAMaL, ya que considera esencial trabajar con estudiantes a partir de sus niveles de logro reales, y no por su edad o su escolaridad.
La evaluación formativa centra su atención en el proceso de aprendizaje con la intención de corregir errores detectados, para de tal manera generar prácticas alternativas apropiadas a las diferencias individuales, por lo que no es una evaluación que se realiza al final de una unidad de aprendizaje o ciclo escolar, si no que es continua y permanente desde que inicia (Ruz Herrera, 2018). Estas características implican que la evaluación formativa no tiene la intención de simplemente medir niveles de aprendizaje, si no que pretende mejorar los procesos mediante los cuales se enseña y se aprende con la intención de favorecer los niveles de logro en todo tipo de aprendizajes (Coll et al., 2014; Contreras, 2003).
La labor docente enfrenta retos muy particulares en la implementación de la evaluación formativa, ya que “demanda conocimientos sólidos en la disciplina, atención constante a las ideas expresadas por los alumnos, reconocimiento de las dificultades de aprendizaje más comunes y familiaridad con un repertorio de estrategias de enseñanza que respondan a las diversas necesidades de los estudiantes” (Talanquer, 2015, p. 178). Toda esta información, más que para juzgar si las respuestas de los alumnos son correctas o no, está encaminada a que el docente identifique plenamente aquellos obstáculos y elementos que favorecen el aprendizaje significativo (Furtak, 2012).
Dentro de las ventajas de la evaluación formativa se encuentra su flexibilidad en el nivel de interacción y sus tipos de ejecución. La flexibilidad en el nivel de interacción se refiere a que la evaluación formativa puede ejecutarse ya sea cuando se atiende a un grupo numeroso, a un grupo pequeño o incluso, a un solo estudiante (Ruiz-Primo & Furtak, 2007). Se pueden distinguir dos tipos de ejecución de la evaluación formativa: 1) la formal, que es aquella planeada por el docente en función de la unidad de aprendizaje que se encuentra desarrollando con sus alumnos, y suele contar con instrumentos previamente diseñados; 2) la informal, es de carácter emergente y espontáneo por lo cual puede suceder en cualquier momento del proceso de enseñanza con la intención de obtener información acerca del aprendizaje de los alumnos (Dolin et al., 2018).
Para un monitoreo apropiado del proceso de enseñanza y de aprendizaje, se considera que existen tres modalidades de regulación relacionadas con la evaluación formativa: la interactiva, la retroactiva y la proactiva (Allal, 1980; Díaz Barriga Arceo & Hernández Rojas, 2010; Gómez-Nashiki & Quijada-Lovatón, 2021; Perrenoud, 2015).
- La regulación interactiva es inmediata, al momento, por lo que está plenamente integrada a la enseñanza, y se basa en las interacciones implícitas en el desarrollo de tareas consideradas en el proceso didáctico.
- La regulación retroactiva, hacia atrás, busca subsanar lo que no se ha aprendido apropiadamente, por lo que es un refuerzo que sucede después de la evaluación formal de una secuencia didáctica.
- La regulación proactiva, hacia adelante, es una adaptación a futuro, por lo que es una previsión de actividades por aplicarse encaminadas ya sea a consolidar lo aprendido o a superar obstáculos que se hayan presentado en situaciones de aprendizaje previas.
Respecto a los instrumentos y técnicas idóneas para realizar una evaluación formativa existen cuatro consideraciones necesarias: 1) deben ayudar al docente a reconocer las estrategias de enseñanza que favorecen que los alumnos progresen en su aprendizaje; 2) deben contribuir a que el docente identifique los errores de aprendizaje mas comunes entre sus estudiantes; 3) a partir de ellos el alumno debe tomar conciencia de aquellas que le son exitosas en la construcción de su aprendizaje; 4) deben apoyar al alumno en la identificación, comprensión y gestión de las equivocaciones en las que incurre al construir su aprendizaje (Giné & Parcerisa, 2000). A partir de tales consideraciones, se han de definir los instrumentos idóneos para evaluar de manera formativa el desempeño de los alumnos, instrumentos que de manera general estarán basados en la observación docente, la cual es una técnica imprescindible, ya sea de manera formal o informal (Moral Santaella, 2016).

La observación docente se basa en dar cuenta de lo que el alumno dice y hace a través de expresiones lingüísticas y paralingüísticas (espontáneas o estimuladas), ejecuciones y productos, todo lo cual es evidencia del desempeño de habilidades y despliegue de razonamientos en el proceso de aprendizaje (Díaz Barriga Arceo & Hernández Rojas, 2010). La observación puede sistematizarse a través de diversos instrumentos en los cuales se habría de recopilar información que será posteriormente analizada e interpretada a la luz de los objetivos de aprendizaje; entre los instrumentos que contribuyen a la implementación de la evaluación formativa se encuentran listas de verificación, fichas de registros anecdóticos, y bitácoras del docente y los alumnos (Castejón et al., 2013). La decisión de qué instrumentos se habrán de usar para la evaluación formativa está supeditada a la intuición del docente, entendiendo ésta como el juicio que se ha formado respecto al proceso de enseñanza y aprendizaje a partir de la exploración continua de las ideas, comportamientos y productos de sus estudiantes (Coll, 1996; Solé & Coll, 1993).
Una vez revisados los principios pedagógicos, pasamos a describir la operación de estos campamentos, enfatizando cuando sea necesario cómo operan estos principios en la organización de los Campamentos MIA.